Río abajo del Napo

miércoles, 19 de agosto de 2009

Aunque parezca que estamos todo el día de vacaciones, lo cierto es que no es así. Simplemente que el trabajo no suele ser tan emocionante como el ocio, y si nos ponemos a hablar aquí del catastro de Orellana o el plan museográfico del CICAME pues os aburriríais como ostras. Hoy en cambio hemos podido compaginar ambas cosas –turismo/ocio y trabajo-, pues hemos ido a visitar el museo prehispánico situado en Pompeya, una misión de monjas capuchinas situado río abajo, a 40 minutos en deslizador (barca a motor, más o menos).
El paisaje ha sido selvático total, todo lo que nosotros tenemos en mente de lo que puede ser el Amazonas. Era muy agradable la sensación de la brisa en la cara, el paisaje… no lo era tanto el ruido del motor, pero bueno, como dice Ángel, hay que potenciar las cosas positivas y olvidarse de las negativas.

La llegada al lugar ha sido bastante impactante: era una especie de pueblo fantasma, con muy poca gente, casas muy humildes vacías…y después de mucho preguntar hemos llegado a la conclusión de que el museo estaba enfrente. Para allá que hemos cruzado el río y nos hemos encontrado con un poblado indescriptible, vacío y abandonado (más vacío y más abandonado todavía). Y con razón, porque solo lo habitan seis monjitas capuchinas. Para que os hagáis una idea, era como el pueblo de “los Otros” de la serie Perdidos (Lost). Parecía que iba a salir de un momento a otro Benjamín Linus con su cara de loco psicópata. En fin, películas aparte, íbamos contentas a ver el museo y resulta que desde abril las piezas están en Quito en restauración, pues las quieren trasladar a un nuevo museo que van a construir (dios mediante) en el propio Coca. Con lo cual, un viaje en balde, muy bonito eso sí, pero en balde (profesionalmente hablando).
Ha sido una pena porque, para poner un poco en situación a nuestros lectores, El Coca (conocido como Francisco de Orellana) es una ciudad creada en la segunda mitad del siglo XX, sin ningún atractivo patrimonial, algo descuidada y el único aliciente artístico eran esas piececitas. El proyecto que tiene entre manos el Municipio de construir un museo-centro cultural puede ser un motor interesante para laciudad, pero evidentemente requiere de un esfuerzo económico importante. A ver en qué queda la cosa. La cuestión es que yo iba toda contenta a ver la cerámica de una comunidad indígena (cuyo nombre no me viene en mente, lo siento) y al final me he quedado con las mismas. En fin, hay que adaptarse a las circunstancias!

Y ahora más oficina y preparados par a la recta final, el taller de la semana que viene en Atuntaqui. Qué rápido pasa el tiempo, ya hemos atravesado el ecuador del Ecuador…


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